En esta ocasión volví a visitar el Hogar de
Ancianos Plenitud Dorada que está localizado en la Calle José Abad de la Urbanización
Club Manor en Rio Piedras. Actualmente estoy más identificado con el dolor y
sufrimiento que puede padecer un envejeciente ya que mi abuelo Samuel está
enfermo y en este momento no puede caminar. Al igual que hago con los
envejecientes del hogar, lo ayudo y le doy amor y apoyo. En el hogar ya
me siento en familia, pues conozco al personal y a los envejecientes
exceptuando los que han llegado nuevos. Hay cincuenta y dos (52) personas
residiendo en el lugar. Ellos tienen necesidades distintas. Mientras unos no
tienen grandes problemas de salud, otros están allí porque tienen incapacidades
físicas o mentales como el Alzheimer. En mi misión de servir, yo los ayudo a
todos por igual. No discrimino pues todos son mi prójimo y me necesitan.
En esta ocasión mi supervisora fue Sonia.
Entre
las tareas asignadas para realizar estuvo todo lo relacionado con la alimentación
de los envejecientes. El almuerzo es a las once. Yo ayudé a limpiar las mesas,
poner los manteles y recoger la mesa después de comer. A veces llevaba los
almuerzos al segundo piso, ya que hay envejecientes que no pueden salir
de su cuarto. También iba a buscar a los que estaban en su cuarto y necesitaban
ayuda para salir de allí para almorzar. Les servía agua si tenían sed y les ponía
los baberos para que no se ensuciaran al comer. Otra parte de mi servicio fue
el compartir y escuchar a los envejecientes. Hay uno de ellos al cual es
especial llamado Don Francisco. Él me llama Cayo. Ese es el nombre de su hijo.
Don Francisco siempre está feliz, le gusta conversar conmigo y me da la mano
con alegría. Me ha dado consejos sobre echar hacia adelante en la vida y ser
positivo. Esto es un ejemplo de la sabiduría del envejeciente.
Otra
labor que realicé en el hogar fue botar la basura. Me dieron unos guantes y
realice la misión. Esa labor es importante, porque se mantiene la higiene del
hogar el cual siempre está listo y recogido. No abogué porque me dieran otra
tarea que fuera más agradable, ya que no solo hubiera actuado
incorrectamente, la ayuda que yo iba a ofrecer era la que fuera
requerida para el bien del hogar y sus envejecientes. Siempre estuve dispuesto
a realizar cualquier labor que me solicitaran con buena voluntad y mi
compromiso de servir al necesitado.
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