domingo, 15 de febrero de 2015

El Hogar de Ancianos Plenitud Dorada, servicio al envejeciente necesitado

En esta ocasión volví a visitar el Hogar de Ancianos Plenitud Dorada que está localizado en la Calle José Abad de la  Urbanización Club Manor en Rio Piedras. Actualmente estoy más identificado con el dolor y sufrimiento que puede padecer un envejeciente  ya que mi abuelo Samuel está enfermo y en este momento no puede caminar. Al igual que hago con los envejecientes del hogar, lo ayudo y le doy amor y apoyo.  En el hogar ya me siento en familia, pues conozco al personal y a los envejecientes exceptuando los que han llegado nuevos. Hay cincuenta y dos (52) personas residiendo en el lugar. Ellos tienen necesidades distintas. Mientras unos no tienen grandes problemas de salud, otros están allí porque tienen incapacidades físicas o mentales como el Alzheimer. En mi misión de servir, yo los ayudo a todos  por igual. No discrimino pues todos son mi prójimo y me necesitan. En esta ocasión mi supervisora fue Sonia.

     Entre las tareas asignadas para realizar estuvo todo lo relacionado con la alimentación de los envejecientes. El almuerzo es a las once. Yo ayudé a limpiar las mesas, poner los manteles y recoger la mesa después de comer. A veces llevaba los almuerzos al segundo piso, ya que  hay envejecientes que no pueden salir de su cuarto. También iba a buscar a los que estaban en su cuarto y necesitaban ayuda para salir de allí para almorzar. Les servía agua si tenían sed y les ponía los baberos para que no se ensuciaran al comer. Otra parte de mi servicio fue el compartir y escuchar a los envejecientes. Hay uno de ellos al cual es especial llamado Don Francisco. Él me llama Cayo. Ese es el nombre de su hijo. Don Francisco siempre está feliz, le gusta conversar conmigo y me da la mano con alegría. Me ha dado consejos sobre echar hacia adelante en la vida y ser positivo. Esto es un ejemplo de la sabiduría del envejeciente.


     Otra labor que realicé en el hogar fue botar la basura. Me dieron unos guantes y realice la misión. Esa labor es importante, porque se mantiene la higiene del hogar el cual siempre está listo y recogido. No abogué porque me dieran otra tarea que fuera más agradable,  ya que no solo hubiera actuado incorrectamente,  la ayuda  que yo iba a ofrecer era la que fuera requerida para el bien del hogar y sus envejecientes. Siempre estuve dispuesto a realizar cualquier labor que me solicitaran con buena voluntad y mi compromiso de servir  al necesitado.




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