El
servicio a nuestro prójimo debe ser ofrecido con alegría. La persona a ser
servida debe sentir que disfrutamos lo
que hacemos y que lo hacemos porque nos sale del corazón. El amor es lo que nos
mueve a servir, porque demostramos que seguimos la palabra de Dios al
amar al prójimo como a nosotros mismos. Es importante que ese servicio lo
ofrezcamos sin esperar nada a cambio. Tampoco lo debemos hacer porque nos
reconozcan o nos premien. Al servir lo hacemos por amor y
desinteresadamente. Nuestra alegría y satisfacción es haber llevado ayuda,
felicidad y apoyo a nuestro prójimo.
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